domingo, 4 de agosto de 2013

TEMA 9: Poesía española. Las generaciones de posguerra.

Generación del 36.- Primera generación de posguerra, en los años cuarenta, a través de una serie de revistas poéticas, algunas de ellas creadas y mantenidas por Falange. Tradicionalmente se considera esta generación escindida en dos vertientes: poesía arraigada y desarraigada, según el análisis propuesto por Dámaso Alonso.
La poesía arraigada se centra en el canto a aquellos valores que dan asiento al poeta en el mundo. La poesía desarraigada, por el contrario, sería aquella que se hace eco del malestar de la humanidad ante las injusticias y las desgracias que les ha tocado vivir. Llama la atención la abundante presencia del tema religioso, que sirve, como ocurre con Dámaso Alonso, para rendir cuentas con el Creador de un mundo que se desgarra. Sería un tipo de poesía comprometida con la sociedad.
Desde el punto de vista formal, esta corriente poética está también arraigada en la tradición poética española, y se sirve de estructuras tradicionales y clásicas como el soneto, que abunda de manera llamativa en estos años. En cambio los desarraigados, menos formalistas, se orientan por el superrealismo, que había conocido un desarrollo notable en los años treinta (Poeta en Nueva York de Lorca será su máximo exponente). Del superrealismo toman, sobre todo, las imágenes angustiosas, que les sirven a los jóvenes poetas de posguerra para representar el clima desolado que se respira en aquellos años; y la estructura poemática basada en el verso libre.
El más representativo es Dámaso Alonso (Hijos de la ira, 1944; Hombre y Dios), poeta del Grupo del 27 que, desarrolla su mejor obra poética en estos años.

Miguel Hernández Perteneciente a la generación del 36, aunque dada su temprana muerte su obra tuvo mayor desarrollo en los años de la guerra civil, en que se convirtió en uno de los mejores poetas españoles de denuncia social (Vientos del pueblo) sin desprenderse del sentido entrañable y familiar que siempre tuvo su poesía, como muestra su póstumo Cancionero y romancero de ausencias.

Años cincuenta. Poesía social.- En los cincuenta se da un paralelismo social entre la novela y la poesía. Poesía desarraigada de carácter testimonial con pretensiones de transformar la sociedad. Predomina el sentido ético de la fraternidad y la solidaridad, soslayando el lirismo subjetivo que acabará por contaminar la poesía de prosaísmo.
Se observa una menor preocupación por los rasgos formales que por los de contenido, dirigidos estos a mostrar la realidad del hombre situado en su mundo, su tiempo, haciendo historia.
Los mayores representantes son Blas de Otero con pido la paz y la palabra y Gabriel Celaya con cantos Iberos, procedentes de la generación anterior.

Poesía social. Promoción de los sesenta.- Dentro de la poesía social surge en los años sesenta un grupo pretende devolver a la poesía la calidad estética y la autenticidad que había perdido, y además le dan un nuevo carácter crítico y moral que les lleva a usar la poesía como vehículo de investigación social. Destacaremos a Gil de Biedma y Ángel Ferraté.


Años setenta. Los “Novísimos”.- Representada por una nueva generación, la del 68, poetas que no conocieron personalmente la guerra civil y la ignoran deliberadamente. La estética está a favor de las formas tradicionales y de la escritura automática, de aparente descuido. El detonante será otra antología de Castellet, Nueve novísimos poetas españoles.

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