domingo, 4 de agosto de 2013

TEMA 7: Generación del 98.

Dentro del movimiento general del Modernismo, y compartiendo muchos rasgos con la llamada tendencia esteticista, se halla la Generación del 98, que abarca un grupo de grandes autores y una larga serie de allegados caracterizados por sus inquietudes filosóficas, acordes con el existencialismo que domina la filosofía europea del momento, y sobre todo por una actitud crítica sobre la situación española del momento, lo que motiva el tratamiento del llamado “problema de España”.
En cuanto a su temática filosófica, reflexionan sobre el sentido de la existencia, la personalidad individual o la presencia de Dios en la vida del hombre, buscando una nueva religiosidad como alternativa del catolicismo convencional. Y en cuanto a sus inquietudes sociológicas, denuncian la decadencia en la que se encuentra sumida España y analizan sus causas así como al supuesto “glorioso pasado” con el que se la compara. Proyectan la idea de la regeneración de España, con un cambio profundo en las estructuras sociopolíticas, y dan lugar a la idea de las dos Españas: la tradicional, anclada en un pasado, y la joven, la que mira al futuro con esperanza.
Constituyen, en suma, el arranque intelectual y político de la España contemporánea que se vería frustrado con el final violento de la Segunda República.
            Su estilo es común con el Modernismo y, tanto la poesía como la prosa noventayochistas se inclinan por la sobriedad, que busca la originalidad y la expresividad, de manera que cada uno de los autores posee un estilo propio inconfundible, llano, asequible y al mismo tiempo de elevada calidad literaria.
            La nómina establecida de este grupo es la siguiente: Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Ramiro de Maeztu, José Martínez Ruiz “Azorín”, Antonio Machado. A veces se incluye a Ramón del Valle Inclán, cuya personalidad encaja mejor en el Modernismo esteticista, y con más motivo a Ángel Ganivet, prosista de talante noventayochista pese a su muerte prematura el mismo año 1898.
Los dos géneros más importantes desarrollados por el grupo son el ensayo y la novela. No fueron capaces de implantar una forma propia de teatro, aunque sí de poesía, en las obras de Machado y Unamuno.
La novela supone, tal vez, la aportación más interesante y novedosa de la Generación del 98 en la literatura española de su tiempo, creando la novela existencial, donde del héroe se enfrenta consigo mismo, por descubrir su propia personalidad. Muchas de estas terminan con el suicidio del protagonista o en estado de postración moral, decadencia anímica y espiritual, llamada abulia.

            Miguel de Unamuno (1864-1936) es el escritor más representativo de la Generación cuya obra literaria participa de todos lo géneros literarios, además del epistolar, y es ante todo expresión de su personalidad atormentada, determinada por su biografía personal.
Algunos de sus ensayos expresan su atormentada vida religiosa, como Del sentimiento trágico de la vida o La agonía del cristianismo.
Teoriza sobre la novela, consciente del cambio que representa la nueva novela existencial. Le llama “nivola” y “agonista” al protagonista, y prescinde de descripciones paisajistas y costumbristas, ya que se sirve de un espacio abstracto. Destacan sus obras La tía TulaNieblaSan Manuel Bueno Mártir.
También se sirvió de la poesía para expresar sus inquietudes espirituales, como hizo en El cristo de Velázquez, o en su Cancionero, especie de diario poético.


Pío Baroja (1872-1956), es el mejor novelista del grupo y uno de los mejores y más prolíficos cultivadores del género del siglo en España. Cultivó, primeramente la novela crítica naturalista en La busca, la existencial en Camino de perfección, y combina las dos tendencias en su mejor obra, El árbol de la ciencia. Posteriormente cultivó un tipo más personal de novela, próxima a la novela de aventuras, en Zalacaín el aventurero.

José Martínez Ruiz “Azorín” (1873-1967) hace notar su inconformismo en su juventud en sus artículos reunidos en La Andalucía trágica, y el más moderado o conservador en su madurez, cultiva un tipo muy personal de ensayo en el que, sobre todo, recrea los paisajes y las figuras del pasado histórico y literario españoles, como vemos en La ruta de Don QuijoteClásicos y modernos, etc.
Como novelista, destaca su trilogía protagonizada por su trasunto Antonio Azorín, del que toma su pseudónimo.

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